Comentarios a un trabajo de
dos profesores de ese país
Autor:
William Yohai
13
de abril de 2016
Dura es hoy la
realidad de Venezuela.
Con las severas
limitaciones que significa el hecho de, no sólo estar lejos sino siquiera haber ido una sola vez a ese país,
nos atrevemos a ensayar una opinión.
Resulta difícil que un
gobierno jaqueado y cada vez más aislado logre llevar adelante un cambio
revolucionario.
Desde hace tiempo
venimos rumiando la idea que forma el eje del trabajo que reproducimos más
abajo. Dos profesores venezolanos plantean un asunto que de tan evidente
permanece muchas veces oculto. Dantón, refiriéndose a la actitud que deben
tomar los revolucionarios en los momentos críticos, decía: “la audacia, la
audacia y siempre la audacia”.
Nos tocó el privilegio
de conocer de cerca la experiencia de la Revolución Cubana. Fidel y sus
compañeros fueron fieles cumplidores de esa consigna. A cada golpe de la
reacción y el imperialismo respondieron con otro mayor. Mirándolo hoy, en medio
de esta ciénaga de conformismo y cobardía que predomina en lo que se acostumbra
llamar “las izquierdas” en América Latina pero también en Europa (pienso en
cosas como las ocurridas en Grecia el último año), aquellos acontecimientos
llenos de coraje, heroísmo y espíritu revolucionario destellan en todo su
esplendor.
El 6 de agosto de 1960
Fidel Castro pronunció un discurso[1] que debería ser material de estudio en todos los niveles educativos en una
América Latina liberada. En él anunció la expropiación, en cumplimiento de un
decreto del gobierno revolucionario publicado en la gaceta oficial, de todas
las empresas yankis en Cuba. La medida se tomó en respuesta a las violentas
acciones en todos los terrenos que Estados Unidos venía llevando adelante contra
la Revolución. Las últimas referían al recorte de la cuota azucarera que desde
tiempos inmemoriales beneficiaba a la principal industria cubana. Incluía, esta
lista, acciones de franco corte terrorista.
Visto con la óptica de
hoy el hecho de que un pequeño país expropie, a 90 millas de las costas del
principal imperio mundial, sus empresas, parece una locura. Es verdad que
existía el campo socialista parte del cual (China no lo hizo) apoyaba a la
Revolución Cubana. Pero el campo socialista estaba lejos y no era posible saber
con claridad hasta que punto llegaría su disposición a apoyar a Cuba.
Un pueblo galvanizado,
férreamente unido y armado fue el escudo que se opuso a las ambiciones
imperiales. La Revolución sobrevivió y avanzó.
Las lecciones que
estos hechos nos dejan para un futuro que hoy aparece como muy lejano (pero
que, como demuestra la historia podría estar en realidad muy cerca) están
siempre vigentes.
Desde hace tiempo
venimos barruntando las mismas ideas que esbozan Gilbert y Marquina.
Chávez y sus
compañeros dejaron escapar una oportunidad única después que ellos y el pueblo
venezolano derrotaron al golpe en 2002.
Fórmense ustedes,
queridas lectoras, vuestra propia opinión.
13-04-2016
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Cuanto más apreciemos la Comuna de París de 1871,
menos derecho tenemos a hablar de ella con ligereza, sin examinar sus errores…
Lenin
Los hechos del 11 al 13 de abril de
2002 –el golpe de Estado y el rescate de Chávez por el pueblo– son recordados a
menudo por la izquierda venezolana, y con razón. Estos sucesos monumentales
marcan nuestro presente, descollan en el imaginario colectivo y seguramente
lanzarán una larga sombra sobre el futuro de nuestro país. Pero, ¿qué es lo que
recordamos? ¿El 13 de abril representa una victoria arrebatada de las garras de
la derrota? ¿Fue un verdadero Ayacucho del movimiento popular?
Planteamos que el 13 de abril no debe
recordarse como una victoria sin más; antes bien, es necesario resaltar también
su carácter de oportunidad perdida . Lo que aconteció durante aquellos días fue
sin duda heroico y extraordinario, como lo fueron un conjunto de momentos en
los que el pueblo se alzó y mostró su potencia, pero desafortunadamente paró en
el umbral de una revolución. Si no reconocemos que, en el laberinto de la
historia latinoamericana, el 13 de abril representa un momento en el que
hubiéramos podido entrar en una escalada revolucionaria, perdemos su
significado más profundo.
Veamos. De la lectura correcta de un
evento histórico, con mente fría y corazón caliente, puede depender el éxito o
el fracaso de la revolución socialista. Un buen ejemplo es la mirada dialéctica
(es decir, consciente de las contradicciones) con la que tanto Marx como Lenin
celebraron el heroismo de la Comuna de París mientras reconocieron que su
derrota fue también producto de graves errores internos. ¡Los comuneros no
marcharon sobre Versalles! ¡Los comuneros no afianzaron su poder! Estos fueron
algunos de los grandes errores que se pagaron caros.
El hecho de que Lenin mantuviese una
lectura de la Comuna de París como herida abierta –no solo por la derrota a
manos de la reacción, sino también por lo que no hicieron los comuneros–
explica, en gran medida, el éxito de los bolcheviques en la Revolución de 1917.
Gracias a esta interpretación de la Comuna, entendieron que perder el momento
preciso de la revolución sería un crimen imperdonable. También entendieron que
dejar de actuar con entrega –luchar contra la barbarie con métodos a veces
bárbaros, según la memorable expresión de Lenin– implicaría perder la
oportunidad de nuevo... Todo eso porque los bolcheviques comprendieron (y
sintieron) la oportunidad perdida que representó la Comuna de París.
Lo mismo se puede decir del 13 de
abril. ¡Qué valentía la del pueblo y la de Chávez! Nunca dejaremos de
reconocerlo. Sin embargo fue un grave error el de no haber avanzado más en
aquellos momentos. El 13 de abril abrió una ventana de oportunidad que duraría
hasta 2007, un momento en el que el Proceso Bolivariano hubiera podido avanzar
y aplastar al enemigo de clase. La derecha había perdido toda credibilidad y
quedó sin fuerza –incluso en el plano internacional–, mientras el chavismo
emergió como único bloque con autoridad moral. Chávez tuvo las riendas del
movimiento popular y se abrieron las puertas del cielo... pero no intentamos entrar.
(Durante aquellos años, el movimiento chavista tuvo una hegemonía que pocas
veces se alcanza en los procesos de cambio.)
Ahora bien, cuando constatamos la
oportunidad perdida que representa el 13 de abril no estamos afirmando que la
destrucción del poder burgués fuese un hecho consumado, un pájaro en mano. ¡No
es así en absoluto! Si bien el imperialismo estaba golpeado, éste mantuvo su
capacidad de injerencia, con una presencia fuerte en algunos territorios
vecinos. El sentido común burgués también persistía en el seno del pueblo y su
dominio representaba un grave obstáculo. Aun admitiendo que las posibilidades
de éxito no superasen el cincuenta por ciento, esto no es especialmente
riesgoso en un contexto revolucionario. ¡Muchos revolucionarios han dado la
vida por menos!
El teórico alemán Walter Benjamin
argumentó a favor de una “revolución copernicana” en la historiografía. Para
los revolucionarios el asunto no es “retratar un evento en su contexto sino
retratar nuestro momento en el tiempo pasado en el que emergió”. Así debe ser
nuestra tarea frente al 13 de abril. Efectivamente, el “hubiera podido ser” de
la revolución socialista en Venezuela nació en aquel momento. Durante los
próximos años la tarea revolucionaria no será avanzar hacia un futuro indeterminado
y nebuloso, sino volver al momento del 13 abril y reactivarlo. Efectivamente,
la tarea es “regresar al futuro” para corregirlo.
Es así porque el futuro del
socialismo en Venezuela depende de (re)encontrar un 13 de abril en el que, sin
crucifijos, sin vacilación y sin perdón, logremos vengar siglos de vidas
truncadas que quedan en nuestro pasado. Escribiremos entonces el capítulo final
de la narrativa de nuestra independencia y emancipación. La lectura correcta
del 13 abril –la lectura que nos indica que hay que golpear cuando el enemigo
es débil, que hay que tomar riesgos, que hay que confiar en la fuerza de un
pueblo alzado– será nuestra mejor guía.
Nuestra tarea, aún más evidente en
los días de desidia y desmoralización que vivimos donde no se vislumbra un
horizonte revolucionario, es reencontrar la bifurcación de rutas que se dio
aquel 13 y tomar –esta vez sí– el camino correcto.
Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina son profesores de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.
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