Autor: William Yohai
26 de noviembre de 2016
Si tuviéramos que definir la palabra “revolución” tal vez la primera idea sería esa: revolución es hacer posible lo imposible.
Porque una revolución es, para quien intenta ser “objetivo”, un imposible.
¿Como
comprender que un pueblo se alzará contra la opresión (la de clase, la
nacional, la racial, etc.) cuando al mirar la realidad se constata el
inmenso poder que, en todas las áreas detenta el grupo dominante?
Históricamente
el papel de los revolucionarios ha sido precisamente ese: detectar el
momento en el cual en un determinado lugar las masas están dispuestas a
rebelarse contra el poder. Y conducirlas.
Desde
Espartaco hasta la Nicaragua a fines de los 70 o la Selva Lacandona en
los 90 hizo falta que algunos revolucionarios detectaran esa confluencia
de fuerzas dispuestas a todo con tal de cambiar la situación existente.
Fidel
destaca, no obstante, entre tantos líderes revolucionarios por la
gigantesca magnitud de la obra que llevó adelante y por el formidable y
cercano enemigo al que enfrentó.
El
territorio de EEUU está mucho más cerca de La Habana que Santiago de
Cuba. Y por supuesto la base aeronaval está enclavada en la mejor bahía
portuaria de Cuba.
Si
conducir la lucha contra la dictadura de Batista después de sonados
fracasos como lo fueron los asaltos a los cuarteles Moncada y Bayamo fue
algo que rozó la locura, continuar afirmando que la victoria estaba
asegurada luego de constatar que los sobrevivientes al desembarco del
Granma y el posterior desastre de Alegría del Pío sumaban 12, es la
plena insanía.
Y sin embargo el desafío al consenso aparentemente racional no cejaría. ¿expropiar a las empresas yankis en Cuba?
¿podría alguien en sus cabales imaginar algo de esa magnitud?
¿proponer la construcción del socialismo en una isla pequeña a 10 kilómetros de la Unión Soviética?
¿Apoyar a la revolución en América Latina, África y Asia desde esa nación económicamente atrasada y subdesarrollada?
¿Proponer
a esa misma nación como “potencia médica mundial” inundando el mundo de
médicos y personal de la salud en forma gratuita?
¿enviar
miles y miles de combatientes voluntarios a África con el fin de saldar
una deuda contraída por la nación cubana con aquel continente cuando
muchos miles de sus hijos fueron enviados como esclavos a la Isla más de
100 años antes?
El pueblo de Cuba supo estar a la altura de este gigante que hoy ha muerto.
O
tal vez, lo más cierto, este hombre supo estar a la altura de un pueblo
cuyo potencial no se había manifestado antes en toda su magnitud.
Fidel
levantó la rebeldía cubana, la que tuvo expresión en la lucha contra el
colonialismo español a costa de la muerte de gran parte de la población
de entonces. La de la rebelión victoriosa contra la dictadura de
Machado.
Pero
la llevó a un nivel superior. Aún sus más acérrimos enemigos (ver
cualquier manifestación de la prensa burguesa internacional de hoy) no
pueden menos que reconocer su estatura.
Contra
todos los pronósticos, después del derrumbe de la Unión Soviética y el
campo socialista, Cuba se mantuvo enhiesta. Los gusanos que hicieron las
maletas en 1991 para volver victoriosos a recuperar sus bienes y
privilegios se frustraron.
Hoy
como ayer el destino del socialismo en Cuba es incierto. Bueno; hubo
años en que parecía que éste estaba establecido para siempre. Ilusión
óptica. La sociedad dividida en clases tiene una dinámica inconsciente
propia que parece inmutable. Su némesis, el socialismo, es el fruto de
la obra consciente de las masas y sus dirigentes.
El mercado, como la entropía, es el desarrollo “natural” de las cosas.
La consciencia y la lucha de los seres humanos son la esencia de la construcción de la sociedad sin clases.
Como
enseñó Guevara la lucha es sin cuartel, minuto a minuto, la consciencia
socialista, comunista, colectiva, solidaria contra la entropía
individualista de la sociedad de clases.
En su escalón más alto Fidel encarna esa lucha.
Hasta
el último minuto se opuso férreamente a cada concesión a la
desigualdad, la formación de clases sociales en Cuba, el mercado y el
capital.
El
derrumbe del campo socialista al cual muchos veíamos a pesar de sus
múltiples defectos, contradicciones internas e injusticias como
inexpugnable, mostró cuan lejos podían llevar aquellas desviaciones.
Las “armas melladas” las llamó Guevara….
Acá
es donde el imperialismo, con el aval de no pocos idiotas útiles,
intenta meternos el mayor y peor cuento: Guevara y Fidel rompieron antes
de la muerte de aquel. Tenían diferencias insalvables, dice esta vil
mentira.
Fidel
fue, en lo esencial, el más fanático guevarista. O tal vez éste fue un
fanático seguidor de aquel. Simplemente, pensaban igual.
El
“socialismo en un sólo país” es imposible. O tal vez sólo fuera posible
en un vasto territorio pleno de casi todos los recursos naturales
imaginables, con una gran población, como lo era la Unión Soviética
Cuba
se enfrenta hoy a un nuevo y mucho más brutal desafío. Conservar la
mayor cantidad y calidad de condiciones que tienen que ver con una
economía solidaria y socialista en medio de una inevitable inserción en
el mercado mundial.
Y ya no lo tiene a Fidel. Pronto desaparecerá el núcleo de líderes fundadores de la Revolución.
El
mercado penetra por todos los poros, todas las fronteras, todos los
ámbitos. El “mando supremo” del capitalismo (esté donde esté, sea en el
foro de Davos, el Capitolio de Washington, la OCDE, la OTAN, tanto da)
actúa conscientemente para eliminar cualquier resto de socialismo,
comunismo o solidaridad en el planeta.
Este
vasto reflujo en el avance de la lucha de los trabajadores por el
socialismo parece no tener fin. Pero Fidel nos enseñó: LO IMPOSIBLE ES
POSIBLE.
LOS PUEBLOS LO HARÁN, SIN FALTA.
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